XII
El corazón mensajero

 Esta mañana al salir del cuerpo, me he encontrado inmerso en una noche estrellada, no se veía nada, pero me sentía bien viendo un cielo tan lleno de vida.

  Entonces observe una luz  muy tenue a mi derecha que fluctuaba, y me dirigí hacia ella, era la entrada a una pequeña gruta y entré.

  Dentro había un monje budista, de complexión fuerte, un poco gordito, tendría unos cincuenta años y el pelo muy corto. Me indicó que me sentase en un jergón como de paja. Observe el lugar y no había nada, ni imágenes, ni ropa...ni nada. El tenía un mala, (rosario tibetano), en la mano derecha,  y un libro muy gastado en la izquierda.

  Se sentó enfrente de mi y comenzó a orar; era el mantra del Kalachakra , me uní a sus plegarias y así estuvimos orando como veinte minutos. Entonces paró,  cerró los ojos y se hizo un silencio impecable, no se escuchaba ni un sonido en la noche...

  Hubo un fogonazo y me encontré que me había transformado en una águila de enormes alas que planeaba sobre Shambala, podía ver los edificios y los jardines. Me rodeaban nubes blancas por todas partes y sentía la brisa del viento acariciando mis plumas. El lugar me recordaba mucho a los Himalayas, tenía la claridad de ver al mundo desde lejos y flotar por encima de él...  

El oro que todo lo inunda
Desde las alas transparentes
 A la corona del maestro glorioso
En un silencio reverencial
Se escucha el palpitar pausado
De un ser iluminado...

Tam - Tam .... Tam - Tam
Y en su ritmo armonioso
Se encuentra la voz del Padre
Y la obediencia del Hijo

Tam - Tam … Tam - Tam
Se abren las puertas
Para que pueda entrar la luz
Y el oxígeno purificado

Mírate despacio y ámate
Siéntete poquito y adórate
Escúchate tranquilo y acéptate
Abre tu corazón al sonido
De los cantos del ángel sagrado
Que te llama en su cúspide

Tam - Tam … Tam - Tam
Soy yo que vengo a buscarte
Soy yo que te amo de verdad
Eres tú que me recibes abierto
Eres tú que te entregas a mí...

Y volamos los dos juntos por el cielo
Que se abrió a nuestro paso...

 

  Otro fogonazo y estaba en la gruta otra vez, me estaba acostumbrando a estos cambios bruscos que suceden en Shambala. En la cueva solo una vela iluminaba el lugar.
  Entonces el lama se levantó de su asiento, e hizo un gesto con las dos manos, como atrapando con cuidado  un animalito en el aire e hizo como si lo llevase a su pecho y lo protegiese en su corazón.
  Entonces recitó:

Hay que cuidar el corazón
Amarlo como si fuera un bebé
Con el cariño, con ese cuidado
De algo delicado y valioso
Que entre las manos reluce como el oro
Cerrando los ojos y recibiéndolo
En el silencio del amor bendito.

 

  El lama tenía entre sus manos como una luz dorada que  iluminaba su rostro, entonces hizo un gesto y expandió sus brazos como dejando ir a un pajarito  de sus manos y recitó:

 

Y cuando ya es fuerte
Lanzarlo al aire
Y dejarlo que vuele libre
Por los universos creados de luz
Mensajero de vibraciones más altas
Y amigo también de lo más pequeño...

 

  El monje hizo como si atrapase el corazón en el aire y lo colocase lentamente en su lugar otra vez. Todos sus movimientos estaban llenos de sabiduría y siempre tenía una sonrisa humilde en el rostro.
  Vino hacia mi,  me ayudó a incorporarme y me acompañó hasta la entrada de la gruta y me despidió haciendo una reverencia, yo se la devolví y me fui hacia casa sintiendo que había conocido un maestro muy humilde lleno de amor. El camino seguía lleno de estrellas...